Se me vienen a la memoria muchos recuerdos, toda una vida entretejida con vivencias cofrades relacionadas con Jesús montado en una humilde mulita y su madre, Reina de los Ángeles.
Yo no conocí a los que un día, en un ataque de locura maravillosa, decidieron crear la Hermandad de la Mulita, pero me acuerdo del otro hermano fundador, un hombre mayor, que seguía a la cofradía de esquina en esquina, y que fue el último en dejarnos, Antonio Sánchez Pinzón.
Y recuerdo a Manolito “el de los Santos” vistiendo a nuestros titulares, y momentos muy duros pasados por la Hermandad cuando a punto estuvo de ni siquiera procesionar.
Recuerdo a los hijos de los fundadores, y a los nietos, a los que se fueron quedando en el camino, bien porque la muerte así lo quiso o por decisión propia.
Hoy, cuando felizmente hemos superado ese círculo cerrado en que se había convertido la Hermandad, gracias a una revolución desde dentro, cuando el trabajo realizado parece que va dando sus frutos, nos llega el tan ansiado reconocimiento por parte de la Iglesia Diocesana, un reconocimiento que no hace más que ratificar una situación que de facto existe desde hace sesenta años.
Tengo que agradecer a todos la confianza depositada en mi para asumir el timón de este barco que, a modo de camarote de una famosa película, cada vez está más lleno de gente, de vida, de manos con las que trabajar y vivir la fe como la entendemos en nuestra tierra, vinculándonos a una asociación religiosa.
Por supuesto agradecer también a todos aquellos que nos pusieron tantas trabas “tantas y tantas veces”, porque con su negativa nos han fortalecido y siguen haciendo que nuestro amor a Jesús y María, representados en el Señor Triunfante y la Reina de los Ángeles, se acreciente cada día, en pos de una vida más llena de formación religiosa, participación en las celebraciones parroquiales y, por supuesto, caridad con los más necesitados.
Creo que Isla Cristina, que siempre ha considerado Hermandad a la de la Mulita, porque así lo ha sido, puede estar satisfecha de este reconocimiento oficial. Al fin y al cabo, todos nos sentimos alguna vez envueltos en la magia del Domingo de Ramos, bajo nuestra primera túnica, con una palma o un ramo de flores.
Dice una vieja copla andevaleña que “por los balcones del cielo/ven a la Peña pasar/ nuestros mayores y abuelos/ y hasta la quieren llevar/ como lo hacían en el suelo”.
Hoy, estoy seguro, que una celestial bodega de Agustín ha habido fiesta esta noche: estaba Félix el del teatro; Manolito Bermúdez, que ha salido antes del Consorcio; Pepe Mirabent, procedente de la fábrica; Rubio, el del Barato; Pinzón y don Andrés Figuereo, que al salir del colegio, después de ver unas obras, también ha venido.
En un brindis mutuo han levantado las copas: “¡Va por vosotros!”
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